El nacimiento prematuro, definido como aquel que ocurre antes de las 37 semanas de edad gestacional (EG) tiene una incidencia global de aproximadamente el 10%, siendo más alta en países en vías de desarrollo.
La nefrogénesis, en particular la glomerulogénesis, se inicia en la semana 9 del embarazo hasta la semana 34 a 36 de gestación. El riñón termina su desarrollo a finales del tercer trimestre del embarazo, más del 60% de los nefrones se forman en este periodo del desarrollo, razón por la cual el riñón se encuentra expuesto a alteraciones en su desarrollo normal al nacer en forma prematura.
El recién nacido prematuro se enfrenta a las condiciones extrauterinas con sistemas aún inmaduros, tanto anatómica como fisiológicamente, lo que condiciona a posibles complicaciones renales a largo plazo. La prematuridad extrema, especialmente cuando se asocia a un período postnatal inmediato con patologías graves y otro tipo de factores que aumenten el daño renal futuro como asfixia neonatal, drogas nefrotóxicas, sepsis y nefrocalcinosis, inducen a una menor masa renal funcional y cambios microvasculares que representan un riesgo elevado de hipertensión arterial y daño renal crónico en un futuro.
En este contexto, es perentorio hacer un seguimiento cercano y prolongado, tanto clínico como de laboratorio, en aquellos niños nacidos antes de término, especialmente en aquellos niños muy prematuros (< 32 semanas EG), de muy BPN (< 1.500 g) o con factores de riesgo renal asociado.
Dra. Diana Baez de Ladoux